En estos contextos tan delicados tal vez sea más oportuno
escuchar los mensajes de un Pepe Mujica payando desde Salvados con un ukelele
imaginario, que escuchar a una estrella rockera con una colección
de muy posibles Rolls Royce que descansan en los catorce sótanos de su bulín de
Beverly Hills, incluso por el bien y la futura credibilidad de la estrella
rockera.