jueves, 7 de julio de 2022

OLIVERIOS & PLATÓNICOS / SILVIA CHAHER / TEXTOS Y FRAGMENTOS AZAROSOS (1)

Desde el mullido lecho, junto a la ventana, la cala lo distrajo: pura perfección / Su tallo la sostiene elegante , de pie, en el atril, torrente de plenitud, intransferible y voraz. Escucha su corazón correr hasta el fuego, mudo en su efímera verdad / El tiempo queda embargado bajo el sol / Un diario afirma lo que ayer negaba, exhibe hoy la otra versión, lo más cercano queda borrado y todo lo que vino después, con cápsulas, sobre alguna historia que no fue, diluyen el dolor, ahora cuerpo de luz en aquel recuerdo, retazos de un amor.

 

martes, 5 de julio de 2022

OLIVERIOS & PLATÓNICOS // LAURA CHIAVETTA // HOLODOMOR (5)

El miedo y el terror me paralizaron por un instante. Hasta que comprendí la gravedad de las circunstancias y eché a correr, sacando energía de la propia desesperación. En el mismo segundo mamá abrazó fuerte a Andrei e hizo lo mismo. Pero los hombres la alcanzaron, arrancándole de sus brazos a mi hermano.  Escuché los gritos y me detuve.  Me escondí entre los pastizales, entregándome a la más sombría contemplación. Mamá gritó. Imploró clemencia. A cambio de sus súplicas recibió golpes. Quedó tumbada y, a lo lejos, su rostro me pareció pálido, como la muerte misma. Jamás logré borrar de mi memoria la escena que siguió. Lo vi todo. Vi la fogata y lo indecible. La más espantosa de las muertes.Me sentí culpable, impotente, pero ¿qué podía hacer con solo siete años y en el estado en que me encontraba? Sin embargo, lo imperdonable fue aquel pensamiento fugaz, y la reacción de mi organismo. El olor a carne quemada se esparció por el aire, impregnando mis fosas nasales. Y al instante sentí que brotaba saliva de mi boca, a la vez que los jugos gástricos se preparaban. Un pensamiento, tan fugaz, tan espeluznante que no soy capaz de transcribirlo. Había aguantado hasta donde la naturaleza humana logra resistir. Escondí la cabeza entre mis manos y lloré con la más profunda desesperación.

 

domingo, 3 de julio de 2022

OLIVERIOS & PLATÓNICOS // LAURA CHIAVETTA // HOLODOMOR (4)

Seguimos avanzando, respirando a cada paso la pestilencia. El camino se había despejado y se extendían ante nosotros las calles desoladas. Tan desoladas como nuestra pesadumbre. Recuerdo que me sentía muy débil, reuní todas mis fuerzas y seguí caminando. Llegamos al pozo. Mamá sentó a Andrei en el suelo y cargó el bidón con agua. Bebimos los tres. Nos mojamos las caras. Sentí una inconfesable delicia, el más exquisito placer de todos, a la vez que experimentaba la culpa y pensaba en Borys. El sol comenzó a ocultarse, por lo que debíamos regresar. Mamá cargó el bidón por última vez, luego se agachó y levantó a Andrei del piso; lo cargó en sus brazos, mientras yo observaba su rostro demacrado y triste. No obstante, se notaba que ella albergaba en su interior una enorme entereza para soportar los infortunios que nos sucedían. Recuerdo la gran debilidad que padecí y el retorno de las impiadosas punzadas del hambre.

 Tomamos otro camino hacia la aldea; mamá deseaba evitar mi encuentro con los despojos de Borys, si es que aún existían rastros. La oscuridad avanzaba lentamente, tan lenta como nuestros endebles pasos. Mis rodillas se entrechocaban con frecuencia y más de una vez caí de bruces.  Una enorme luna alumbraba el camino. Estábamos a doscientos metros de casa cuando tres hombres nos interceptaron. Mi corazón se sobresaltó al mismo tiempo que mamá lanzó un grito desgarrador y tiró el bidón; el agua se esparció por la tierra seca.

—¡Corre, Marko! ¡Corre!