Bajo las lumbreras que crecen de a racimos,
dejando su impronta dorada en el suelo, sobre la pausa tibia del descanso
duerme el aprendiz frondoso. Es todo brotes. Todo puja debajo de la piel, las uñas, la
lengua, todo ahí, latente. Su curiosidad merodea lo inconcluso para darle
el trazo final con la palabra que lo nombra.