–¿Existiría Dios sin eternidad? ¿Despertaríamos sin
crepúsculo? ¿Gastarían sus besos los amantes si no tuvieran corazón? ¿Seguirían
queriéndose a la luz de la luna o de su propio arco voltaico? ¿Podrían vivir
los poetas?
La mano se contrajo –como asintiendo–, retrocedió
vacía dándome una nueva oportunidad. Todo había sido resultado de la
ensoñación, aunque era casi un espejo, reflejaba lo que me pasaba. No era
casualidad que fuese el corazón; yo misma me lo habría amputado, si hubiera
podido, para que dejaran de habitarlo esos raros sentimientos que no podía
expresar. Decidida a dejar en el recuerdo aquella emoción salí a caminar.