También hablamos de la Laguna Sunini. Me dijo
que allí, en las noches claras, la luna va dejando surcos de luz, reflejos que
tiñen con su brillo el amarronado color de sus aguas. Fue casi poético cuando
me describió el transitar sereno de las hermosas flores de irupé, que se deslizan
silenciosas sobre grandes círculos de hojas a los que se ciñen fuerte en todo
su camino. Van tan agarradas que es muy difícil sacarlas. Cada tanto, me
explicó, puede verse en la costa fluvial un palo borracho con flores que se
abren amarillentas en el centro y un tono rosado en los extremos, tan hermosas
cuando aparecen junto a los gualeguay, que hasta el baño de los sirirí pierde
su encanto. Según él, estos lugares habitados por garzas blancas, gallaretas,
o teros del agua, son los mejores espejos del cielo