La mañana
entregada a la luz
guarda su verbo verde
trae nubes tatuadas en el agua
algo permanente en la belleza
los charcos roban el cielo en pequeños trozos
la arena ofrece sus ojos húmedos
los ojos de los ojos
cavada por mares diminutos
islas silenciosas
y atravesados por el mismo viento
esa quietud nos interroga
danza de juncos, el horizonte navega en la luz
y traza en el borde su promesa.