Porque no
importa si creciste en la ribera de un río, no hay nada mejor que dejar tus
huellas en su ladera durante una noche de luna llena, precisamente cuando se
amordaza al cielo dando una tregua a la oscuridad. En instantes así, hasta el
universo podría simplificarse. La atracción que provoca en esos días este astro
nocturno es muy grande, no sólo para las mareas que terminan marchando a su
ritmo, sino también para nuestras pupilas, que pueden distraerse y quedar
hipnotizadas con la vecina cósmica. Tal vez su magnetismo se debe a que se
formó con parte de nuestro planeta en aquel estallido ancestral, o a su enorme
belleza que sigue provocando cierta fascinación. Sea cual sea la causa, el día
era especial.