martes, 5 de julio de 2022

OLIVERIOS & PLATÓNICOS // LAURA CHIAVETTA // HOLODOMOR (5)

El miedo y el terror me paralizaron por un instante. Hasta que comprendí la gravedad de las circunstancias y eché a correr, sacando energía de la propia desesperación. En el mismo segundo mamá abrazó fuerte a Andrei e hizo lo mismo. Pero los hombres la alcanzaron, arrancándole de sus brazos a mi hermano.  Escuché los gritos y me detuve.  Me escondí entre los pastizales, entregándome a la más sombría contemplación. Mamá gritó. Imploró clemencia. A cambio de sus súplicas recibió golpes. Quedó tumbada y, a lo lejos, su rostro me pareció pálido, como la muerte misma. Jamás logré borrar de mi memoria la escena que siguió. Lo vi todo. Vi la fogata y lo indecible. La más espantosa de las muertes.Me sentí culpable, impotente, pero ¿qué podía hacer con solo siete años y en el estado en que me encontraba? Sin embargo, lo imperdonable fue aquel pensamiento fugaz, y la reacción de mi organismo. El olor a carne quemada se esparció por el aire, impregnando mis fosas nasales. Y al instante sentí que brotaba saliva de mi boca, a la vez que los jugos gástricos se preparaban. Un pensamiento, tan fugaz, tan espeluznante que no soy capaz de transcribirlo. Había aguantado hasta donde la naturaleza humana logra resistir. Escondí la cabeza entre mis manos y lloré con la más profunda desesperación.